La primera vez que entré al Cementerio Central de Bucaramanga acompañaba a mi madre al entierro de un familiar, del que vine a tener noticias precisamente el día de su muerte. Vinimos animados por la posibilidad de encontrarnos con esos parientes lejanos, a quienes sólo une la tragedia de la muerte (Metáfora); esa suerte de cordón umbilical para el retorno a las raíces. Ese día era un lunes, el día que la gente visita a sus muertos. Al salir de la capilla, los rezos se vieron interrumpidos por un grupo de mariachis que, a todo pulmón, despedían a un cristiano. Por el pasillo retumbaba aquello de “Nadie es eterno en el mundo, ni teniendo un corazón….” Los familiares aferrados al ataúd, gritaban mientras los demás acompañantes del sepelio lloraban enardecidos por la letra y el sonido lastimero de una trompeta (Sinestesia) a las cuatro de la tarde. El espectáculo era sobrecogedor, las voces de conocidos y extraños al unísono entonaban el himno de despedida, mientras una botella de aguardiente hacía esporádicas y discretas apariciones (Personificación). La familia de mi pariente desconocido no contaba tal vez con los recursos para lo del mariachi, así que tuvimos que conformarnos con unos tímidos traguitos en la funeraria. (Este primer párrafo está narrado a partir de una Analepsis o Flashback).
Hoy, cinco años después, llego hasta aquí con otra intención; persigo una historia, hago la tarea que dejé a mis estudiantes. La iglesia está definitivamente más iluminada, de alguna manera reluciente, aunque las sillas siguen siendo las mismas. La Virgen del Carmen y sus arcángeles lucen trajes recién pintados (Personificación), lo cual de ninguna manera mitiga el dolor de los que llegan a este lugar. El Viacrucis metálico sigue allí, es casi bello, aunque desapercibido para la muchedumbre. Me pregunto de dónde lo habrán traído. Empieza una nueva ceremonia y por la entrada principal del templo ingresa una familia con los restos de otro paisano que llega a una de sus últimas moradas (Metáfora). La voz ronca y desafinada de un hombrecillo que se oculta detrás de un teclado electrónico, acompaña la entrada de la comitiva “Somos los peregrinos que vamos hacia el cielo, la fe nos ilumina…” En medio del llanto de muchas personas, alcanzo a distinguir a la que parece ser la compañera sentimental del muerto; llora desesperadamente y su cuerpo prácticamente descuelga de los brazos de sus acompañantes, también mujeres desconsoladas.
Salgo a reconocer otra vez el lugar. Tomo el camino que hay detrás de la iglesia, mientras la voz potente del sacerdote, que inicia el ritual, apaga la música (Sinestesia). Frente al pasillo central que conduce a los mausoleos se impone una imagen de Jesús crucificado, al lado izquierdo Juan, el discípulo amado y autor del Apocalipsis, mira hacia ninguna parte, mientras del lado derecho La Dolorosa contempla el cielo suplicante (Personificación); la gente se detiene allí con mucha fe y deja, a pesar de la prohibición explícita en un letrero azul, una flor engarzada en cada varilla de la reja.
A lado y lado de la capilla están las tumbas más antiguas del cementerio; son auténticos mausoleos que la gente rica de otras épocas mandaba a construir para dejar allí familias enteras; son tumbas cuidadosamente diseñadas y aún se pueden ver algunas inscripciones con apellidos extranjeros. Casi todas han sido saqueadas, la gente se roba las lápidas porque son de muy buena calidad, me aterra ver cómo nuestra miseria no deja en paz ni a los muertos. Sigo caminando por el pasillo y veo cómo casi todas las tumbas tienen flores frescas, me sorprendo, pero caigo en la cuenta de que se trata de un mausoleo renovado, pues las fechas en las bóvedas están garabateadas aún sobre el cemento y no hay lápidas; diciembre de 2007, febrero de 2008, son muy recientes y por eso la copiosa cantidad de ramos. La gente se ocupa de sus muertos los primeros meses mientras se supera el duelo, luego al pasar el tiempo y como debe ser, los olvidan.
Un nuevo e imponente edificio que no conocía se erige al fondo de los pasillos, en un lugar de bóvedas uniformes, impecables y, de alguna manera, elegantes. Están allí para albergar a los muertos distinguidos (Oxímoron). A mi lado en cambio, las tumbas sin tantas flores ahora o decoradas con flores artificiales o marchitas, comienzan a mostrarse particularmente (Personificación). Este es el lugar para los osarios que no tienen lápidas sino un vidrio transparente protegido por una reja. Casi todos están decorados con pequeñas cortinas y llamativos altares para los ataúdes miniatura, algunos se me asemejan más a esos teatritos que hacíamos en la escuela para improvisar con los muñecos de trapo (Símil). Sigo atento a las fechas… 1965, 1967, 1970 cada tumba tiene su propia decoración. “Querido papá, quiero desearte feliz cumpleaños número 81, quiero reafirmar que hoy te recuerdo y te amo, no igual que antes, ahora que no estás, te amo más, porque he sentido la ausencia de alguien tan importante en mi vida como tú, Dios te bendiga y que sigas disfrutando de la paz al lado de mi abuela” Tu hija Nora, enero 25 de 2004 dice la inscripción de una tarjeta metida detrás del vidrio que protege unos cajoncitos descoloridos sobre los cuales yace un portarretrato donde los abuelos posan para el fotógrafo.
Hay osarios también para familias completas y cada espacio tiene un toque de originalidad, porque, contrario a lo que pasa en el cementerio de los ricos, y aquí en el mausoleo también para ricos, las tumbas conservan la identidad de sus muertos. Sobre mi cabeza una placa blanca de mármol de 1960, atrapa mi atención, tiene cuidadosamente tallados un fusil en el centro y dos soldados, uno a cada lado. Arriba, a manera de escudo, el nombre del cabo. A unos cuantos metros una señora de sesenta años arrastra con la ayuda de otra de su misma edad, una escalera endeble, observo cómo la afirman contra la pared de tumbas, mientras una empieza a subir con dificultad por los escalones y la otra la sostiene; corro para ayudar, pero las miradas de las dos son contundentes y me alejo, ellas quieren poner por su cuenta las flores.
La misa ha terminado y decido seguir al grupo que marcha al ritmo de un silencio pesado (Oxímoron). A pocos pasos un andamio improvisado indica el destino final del ataúd. Los hombres lo descargan y destapan para el último adiós, la gente entonces se agolpa sobre el cadáver y comienzan ahora sí los gritos de dolor, la súplica desesperada por un perdón y las promesas. La mujer se ahoga en su llanto (Hipérbole) y parece que quiere meterse también en el cajón. Sus acompañantes, incapaces ahora de sostenerla, suplican la ayuda de un hombre fornido que pasaría desapercibido de no ser por un mechón amarillo que se le viene al rostro. Los gritos son desgarradores, unos niños a mi lado empiezan también a llorar y le suplican a su madre que los saque del lugar, pero ella contempla impávida y en silencio la escena. También yo quiero huir de allí, pero me resisto cuando el hombre de aspecto severo ordena cerrar el féretro y muchas manos empiezan a subirlo hasta el nivel del andamio. Allí un hombre de bata azul espera pacientemente con un palustre en sus manos. El cajón está en su lugar, otro hombre que a juzgar por su tranquilidad no parece ser familiar del finado, pide los ramos para echarlos al hueco de cemento. Sin esperar más tiempo, los ladrillos comienzan a tapar la entrada. Me aparto del lugar y me acurruco del otro lado del pasillo para sacar mi libreta.
Garabateo con rapidez algunas notas, aunque no tengo claridad para pensar una idea completa. Sigo de lejos los acontecimientos cuando siento en mi cabeza la mirada inquisidora de un guardia del cementerio, volteo para mirar su rostro que sigue fijo en mis apuntes, cierro el cuaderno y me incorporo…
-Qué vaina, le digo con toda estupidez, - la gente se muere todos los días…
El muchacho de uniforme gris sin quitarme la vista de encima me responde, con una leve sonrisa de poder
-Sí, aquí vienen por lo menos siete todos los días.-¡Siete!, exclamo admirado
- Sí, a veces son nueve, eso aquí no se descansa. Eso lo que fue el 24, el 25 de diciembre fueron de a diez por lo menos y el 31 fueron doce
- O sea que esto siempre está lleno
- Sí, aunque a veces casi no viene la gente, eso depende de la importancia del muerto. Por ejemplo, vino muchísima gente al entierro de la china que descuartizaron por allá a las afueras de la ciudad…
- ¿Una niña descuartizada? - le pregunto horrorizado
- Sí, una pelada por allá del norte, eso fue un vago. La noticia salió por todos lados, por Vanguardia, por todos los noticieros, esa noticia le dio la vuelta a Colombia (Hipérbole) oyó.
- Terrible - afirmo mientras discretamente enciendo mi grabadora, y vuelvo a insistir, - y ¿vino mucha gente al entierro?
Eso no le cabía nadie a este pasillo (Hipérbole) y un montón de gente se quedó por fuera. Aquí por el frente del mausoleo no se podía caminar (Hipérbole) porque había muchísima, muchísima gente.
- Qué tragedia…
- La china dizque era jíbara y dizque vendía droga y toda la vaina, y por ahí quién sabe …Es que uno con una vida así tiene enemigos hartísimos. Pero también mano… pobre china, apenas con 17 años. .. Una muerte así no la merece nadie por lo más que sea…
El man dizque ¿cómo era que decía la vanguardia? el man la violó, la cascó, le sacó los ojos, le partió las piernas y después la despedazó toda, la bañó… ¡ah! le cortó los labios y la vagina también se la cortó, dizque eso le hizo muchísimo el hijuemadre loco, y como que no lo han cogido. Ese man dizque se perdió de Bucaramanga. Nadie sabe pa’onde cogió. De pronto era un noviecito de la china, la pelada lo abrió, y entonces… y un chino por ahí bien rencoroso. De pronto la desilusión, usted sabe que la desilusión lo lleva a uno a cometer muchos errores, y el hombre no mira las consecuencias, hace lo que hace y ya. Eso aquí conoce uno unas cosas. Mire, que días nos tocó escondernos a nosotros también, no pudimos ni asomarnos por ahí, porque… Eran dos chinos, los enterraron allí arribita, eran dos pelaos como que de trece y doce años, pero eran ladrones, entonces los vigilantes del barrio los pillaron por allá robando y los cogieron y los chinos les sacaron un revolver y… no les dispararon a ellos, pero les hicieron unos disparos a los lados, entonces los manes salieron corriendo y se cuadraron bien y cuando los vieron por ahí, pum, pum , se los bajaron y ahí los dejaron, unos pelaitos, pero se los pillaron robando y armados también. Imagínese toda la gente que vino y nosotros ni nos asomamos por ahí, porque dijimos: esos hijuemadres vienen ardidos y ven un vigilante y de pronto le pegan un pepazo a uno y de una vez lo dejan por ahí.
La tensión ha desaparecido y cuando me dispongo a robarle otra historia, aparece otro guardia que lo llama. Al frente la gente se ha dispersado, la mujer joven sigue sentada en el piso acompañada aún por el muchacho corpulento del mechón amarillo. Otros familiares contemplan al hombre de bata azul que pregunta: ¿Cómo se llamaba?, Wilmar -dice una voz apagada, y él escribe sobre el cemento fresco todavía. Un muchacho sube al andamio y toma el palito que sirve de grabador, “nunca te olvidaremos”, escribe en una esquina.
Son la cinco de la tarde y viene un nuevo grupo de personas con otro cadáver; me hago a un lado y veo que es hora de salir del cementerio. Tengo, como hace cinco años, ese sabor amargo que deja la certeza (Sinestesia) de que cada día son 24 horas (Epíteto) huyendo de la muerte.Flashback: El Flash-Back (o Analepsis) consiste en alterar la secuencia cronológica de los hechos que se están narrando, trasladándose al pasado donde suceden acontecimientos anteriores al presente de la acción.
Sinestesia: La Sinestesia consiste en mezclar sensaciones de sentidos distintos (audición, visión, gusto, olfato, tacto) o mezclar dichas sensaciones con sentimientos (tristeza, alegría, etc.).
Oxímoron: El Oxímoron consiste en usar dos términos yuxtapuestos que se contradicen o son incoherentes. Por ejemplo: La noche de los muertos vivientes.
Epíteto: El Epíteto consiste en el uso de adjetivos innecesarios que no añaden ninguna información suplementaria. Por ejemplo: La blanca nieve → la nieve siempre es de color blanco.
Personificación: La personificación (o Prosopopeya) consiste en atribuir cualidades o acciones propias de seres humanos a animales, objetos o ideas abstractas. Por ejemplo: La naturaleza es sabia → la sabiduría es una cualidad humana.
Metáfora: La Metáfora consiste en identificar un término real con otro imaginario existiendo entre ambos una relación de semejanza. Por ejemplo: Tus cabellos de oro → el término real "cabellos" se asemeja al imaginario "oro" por su color dorado (rubio).
Hipérbole: La Hipérbole consiste en exagerar la realidad. La Hipérbole no busca ser tomada literalmente, ya que resultaría poco probable o imposible, sino que su finalidad es captar la atención, enfatizar una idea que se quiere transmitir y conseguir una mayor fuerza expresiva. Por ejemplo: "Tengo tanta hambre que me comería un caballo" → Realmente no se lo comería. Lo que pretende es enfatizar que tiene un hambre enorme.
Símil: El Símil (o Comparación) consiste en comparar un término real con otro imaginario que se le asemeje en alguna cualidad. Su estructura contiene los adverbios “como”, tal como, “cuales” o similares. Un Símil se diferencia de una Metáfora en que tiene estructura de comparación: • Sus manos son suaves como el terciopelo → es un Símil
• Sus manos de terciopelo → es una Metáfora1 Manual de redacción. (2017). Bogotá: El Tiempo Casa Editorial.
2 Ibid.
3 Mena, L. A. 2010. Descifrando huellas, características del mimeógrafo del ciberespacio. Cali: Talleres Gráficos de Feriva.
4 Estas pautas están basadas en: Velásquez, C; Gutiérrez, L; Salcedo, A; Torres, J. y Valderrama, J. (2005) Manual de géneros periodísticos. Universidad de La Sabana. Bogotá: Ecoe.
5 Goméz, W. Un día con los muertos. Publicado en: Magazín de Vanguardia Liberal No 1877 Mayo 31 de 2008.
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