Literatura sin límites: Algernon Blackwood


Literatura sin límites: Algernon Blackwood


El desconocido maestro de la literatura terrorífica

Además de los consabidos Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft o Stephen King, la historia de la narrativa de terror es rica en autores que destacaron en su intento de generar inquietud y desasosiego a través de la palabra. Según el canon lovecraftiano, fijado a través del ensayo El horror sobrenatural en la literatura (Valdemar) uno de los mejores fue Algernon Blackwood. Incansable fabulador de historias de fantasmas y otras aventuras sobrecogedoras o maravillosas, Blackwood firmó obras destacadísimas de la historia de la literatura fantástica como Los sauces (Hermida Editores) un magistral e inusualmente atmosférico cuento largo de prosa contenida, acción mínima y detalle preciso.

En más de una ocasión, el personaje Blackwood ha devorado al narrador astuto, capaz de idear situaciones profundamente inquietantes y de explicarlas con una prosa exacta. No resulta del todo sorprendente: después de una infancia y una primera juventud marcadas por un entorno familiar rigurosamente religioso, el escritor vivió años trepidantes. Fue ganadero, hotelero, buscador de oro, modelo, profesor de violín y periodista precario, entre otros oficios, hasta que comenzó a establecerse como exitoso escritor de una narrativa fantástica que también le proporcionó popularidad como locutor radiofónico. Según recoge su biógrafo Mike Ashley, Blackwood también trabajó para los servicios de inteligencia británicos.

Como ya hicieron Poe o Lovecraft, algunas historias del autor hermanan el terror con la aventura más o menos arriesgada. Algunos de sus protagonistas son exploradores o cazadores que no siempre se sometían a la seguridad del turismo organizado. El mismo Blackwood fue viajero y deportista, además de plumilla residente en habitaciones alquiladas. Quizá eso contribuyó a que tuviese la misma soltura narrativa cuando abría grietas a lo desconocido en entornos urbanos y cuando convertía la naturaleza salvaje en un personaje más de sus historias. El embrujo del mar o El hechizo de la nieve, ambas incluidas en la colección de Valdemar, nos hablan de individuos sometidos al influjo seductor de fuerzas que les trascienden: el horror cósmico no se asocia aquí con formas extraterrestres, sino con secretos ocultos en vastos océanos e inmensas montañas heladas.

Con todo, la conexión más fuerte entre la vida y la obra del británico tiene que ver con su acercamiento al espiritismo. Blackwood formó parte de la Hermandad Hermética del Alba Dorada, que también acogió a otros escritores como el poeta W. B. Yeats y Arthur Machen (a su vez, otro maestro un tanto olvidado del terror literario). Lovecraft criticó “la utilización demasiado gratuita de la jerga gremial del ocultismo moderno” por parte del autor de El Wendigo. Con todo, el componente de divulgación de esas creencias no quita ni un ápice de poder a cuentos de apariciones e invocaciones como Con la intención de robar o Smith: un suceso en una casa de huéspedes.

Los cuentos de fantasmas de Blackwood nos pueden recordar la persistencia de la iconografía espiritista en la ficción terrorífica. Un siglo atrás, el escritor británico ya nos presentaba manifestaciones parapsicológicas donde almas cautivas repetían una y otra vez, en un bucle infinito, las mismas vivencias violentas. También nos hablaba de espectros de personas muertas que necesitaban algún tipo de ritual o trámite para liberarse. Y nos presentaba a personajes con la facultad de percibir este tipo de fenómenos con clarividencia inusual, o que parecían condenados a atraerlos por su sensibilidad.

Tomado de: El diario de España

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